lunes, 2 de diciembre de 2013

Mis viejos amigos

Desde pequeña estoy acostumbrada a tener mascotas en mi casa. Debo decir, que me encantan los animales, en especial los perros. Cuando era bebé, mis papás tenía una perrita que era demasiado enojada, dicen ellos, que mordía a cualquier persona desconocida que entraba y una ocasión, mordió hasta el lechero. Lastimosamente, cuando nos mudamos de casa, al parecer nuestros nuevos vecinos, le dieron bocado y murió, porque la teníamos en la terraza. Así, que compraron mis padres tres perros, pero dos no se llevaban, se peleaban constantemente.  Uno lo llevaron a la terraza y los otros dos convivían con nosotros abajo. El que vivía arriba se llamaba Muñeco y los otros dos, uno se llamaba Cirpo y Rambo. Yo quería mucho a mis mascotas, pero se me olvidaba decir que a mi papá no le gustan los perros, él se inclina más por los gatos. Por ello, siempre ha estado en contra de que tengamos perros en mi casa y eso hizo que regalara a Rambo, un perrito chiquito de tamaño, peludo y cariñoso. Me recuerdo que el día que lo llegaron a traer las personas que lo adoptarían, lloré demasiado.

Sentí un vacío muy grande en mi corazón, porque Rambo, era el único que obedecía todas mis órdenes, aunque no era un perro de raza, ha él lo quería yo más. Mi mamá por el contrario, estaba muy encariñada con Cirpo, un perro grande, blanco con ojos azules de raza pitbull. Estando en casa era un perro muy educado, porque nos podían venir a visitar y  él no mordía a nadie. Se me ha olvidado mencionar que todos los perros que hemos tenido, ninguno lo hemos mantenido encadenado, porque mi mamá dice que es doloroso para un perro, estar encadenado todo el día. Nosotros contamos con un gran patio, junto con el garaje, para que nuestros perros se paseen, ellos deciden si desean asolearse o estar en la sombra y si toman agua, comen o no. Únicamente los encadenamos, cuando los sacamos a pasear, pero de lo contrario pasan todo el día y la noche sueltos por toda la casa. Mi mamá compró a Cirpo, cuando era muy pequeño, así que toda su vida la había pasado con nosotros. El problema que teníamos con este perrito, es que cuando se salía por accidente, encontraba a otro perro en la calle, lo agarraba del cuello, tratando de matarlo y no existía fuerza humana que hiciera que soltara a su víctima. Y por eso, no dejábamos que Muñeco, bajara de la terraza ni que Cirpo subiera, porque se peleaban y éste último trababa de matar a su compañero.

Dos años después que regalaron a Rambo, Muñeco falleció en una noche muy fía. Fue triste, porque siempre se escuchaba como corría y ladraba en la terraza. No se sabe de qué murió, porque no estaba enfermo, únicamente lo encontramos muerto en medio de las láminas y todo el material que estaba en el suelo en la terraza, ya que estaban construyendo el segundo nivel de la casa. Ahora solo nos quedaba Cirpo, pero éste vivía a bajo con nosotros. Pero, un día mi abuelita dejó que Cirpo se saliera de la casa, por accidente y como era de costumbre encontró una víctima, un pobre perrito callejero a quien éste intento matar. Pero, la diferencia fue, que mientras Cirpo, tenía en su hocico a su nueva víctima, un perro de una vecina, que era más, perro callejero que de casa, le mordió su pata trasera, lo que le provocó una llaga, que se le infectó, porque al parecer,  el perro que lo mordió, tenía una enfermedad bucal. Esto provocó que Cirpo, ya no comiera, ni bebiera nada, se quedó cojo de su patita, y por negligencia de nosotros, que nunca lo llevamos con un veterinario, falleció en abril del 2006, días antes del cumpleaños de mi mamá. Para mi madre, fue algo doloroso, porque era su perro preferido y se sentía un gran vacío dentro de casa. Y así, pasamos alrededor de un mes sin mascota, hasta que llego uno de los perros que tengo actualmente, del que hablaré en una próxima entrada.




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