lunes, 7 de octubre de 2013

El viaje esperado

La iglesia evangélica a la cual asisto, cada año realiza un viaje en el mes de agosto juntamente con las demás iglesias de su misma denominación, conmemorando el día del embajador o de la juventud.  Este año, el viaje se llevaría a cabo en Aqua Park, el 15 de Agosto, para aprovechar el feriado capitalino, de la Virgen de la Asunción para que pudieran asistir todos los jóvenes. Gracias a Dios, yo estaba de vacaciones para dicha fecha. Yo soy secretaria actual de la sociedad de jóvenes de la iglesia, así que junto con el resto de la directiva teníamos que planear el viaje. Antes que nos notificaran oficialmente donde se llevaría a cabo, este año la actividad yo estaba muy emocionada por ir, pero nos informó, la directiva central, el lugar que habían decidido llevarnos mis ansías por ir disminuyeron. Yo esperaba, que fuese otro lugar más lejano, ya que me encanta viajar, y me gusta que los trayectos sean largos ya que me gusta ir viendo todo lo que hay en el camino. Pero, las ganas de salir de mi casa de paseo con mis amigos tuvieron mayor relevancia. Así, que esperaba la llegada de esa fecha con mucha emoción.  


Este viaje, lo pagaría nuestra directiva, como regalo y ayuda especial, a todos los jóvenes. Los que saldrían más beneficiados serían los jóvenes que aún no trabajan y dependen aun de sus padres, para que todos pudieran ir. Pero, ¿Cómo reuniríamos el dinero para dicho viaje?, fue la primer pregunta que nos vino a la cabeza, a los 5 organizadores locales; sí, en realidad no teníamos los fondos necesarios para financiar el viaje. Entonces, fue cuando vino a nuestra mente realizar diversas actividades para recaudar fondos, con la ayuda de los mismos jóvenes que deseaban ir al viaje, con dos meses de anticipación. Decidimos, realizar cada quince días, los sábados venta de tamales en nuestra colonia. Para ello, le pagamos a una hermana de la iglesia, para que nos hiciera los tamales el sábado en la mañana y en la tarde, la mayoría de jóvenes nos reuníamos para ir a vender de casa en casa, nuestros deliciosos tamales. Cuando vendimos por primera vez, sentíamos vergüenza, porque ninguno estaba acostumbrado a vender ambulantemente, pero lo logramos. Luego, decidimos hacer un día domingo, la venta de almuerzos, en una esquina cerca de la iglesia. Vendimos gracias a Dios, muchos almuerzos, lo recaudado fue lo que ayudo a pagar la mayoría de los gastos para el viaje, ya que fue la actividad donde más ganancias obtuvimos. Gracias a la colaboración de todos,  la venta fue un éxito.

Después lo difícil fue, la búsqueda de un bus, que nos transportara hasta dicho lugar, a un precio favorable. El lugar no está muy lejos, pero cabe mencionar que el precio de los combustibles es elevado. Encontramos al fin, el bus indicado. Y para compartir gastos, decidimos compartir el bus, con otra iglesia que también asistiría al viaje,  está cerca de nuestra iglesia. Además todos los jóvenes de la iglesia, no asistirían al viaje, por lo tanto no llenaríamos el bus. Lo alegre, fue que se anotaron casi todos los jóvenes de la iglesia, para ir al viaje. Los que nunca habían ido, en esta oportunidad irían porque no tenían que pagar nada de pasaje, solo se preocuparían por la comida, pero al final de cuentas, es lo de menos. En este paseo, solo asisten jóvenes, por lo tanto, teníamos que llevar a una persona adulta a cargo de nosotros, así que decidimos llevarnos a nuestro pastor. Por fortuna, ningún otro adulto, deseo irse con nosotros. Organizamos los asientos del bus, lastimosamente, a algunos les tocaría irse en cada sillón tres personas. Todos los jóvenes ya nos habían confirmado que asistirían, aún aquellos, que sus papas nunca les habían dado permiso. Todo estaba listo, solo faltaba una noche para que el esperado viaje se llevara a cabo, la mayoría estábamos nerviosos.

El día esperado llegó, todos madrugaron, ya que se les advirtió que quién no estuviera puntualmente a la hora indicada, se quedaría, ya que no esperaríamos a nadie. Y como es costumbre, cuando es cosa de viajes, todos madrugan. Llegó el bus, nos subimos, todo marchaba bien, hasta que subí al bus, porque no me sentaron junto con mi  mejor amiga, como me habían dicho. Sino, al contrario, me tocó irme sentada en la orilla del sillón con dos jóvenes más. Por cierto, casi me caía en las vueltas, porque los jovencitos no me dejaron mucho espacio, y no me ofrecieron sacar el sillón. Por ello, me enoje tanto, que me fui todo el camino sin hablar. Creo que a nadie le importó, porque el bus tenía televisión, entonces iban viendo la película de los pitufos. Yo del enojo que sentía decidí, escuchar música, pero hubo tan solo un amigo, que notó que yo iba enojada, así que me trato de animar, haciéndome reír. Eso no lo olvidaré, porque él me demostró que realmente, me considera su amiga y se preocupó por mí. Mientras nos acercábamos al lugar, reflexioné y me di cuenta que no valía la pena amargarme el día que tanto había estado esperando.

Al fin llegamos, fue muy largo el camino para mí, ya sabrán por qué. Entramos, y buscamos con mis amigos un lugar para sentarnos, pero no encontrábamos, rodeamos casi todo el turicentro, en busca de un lugar grande donde nos sentáramos todos juntos. Después de tanto buscar lo encontramos, desayunamos y asistimos al devocional, juntamente con los jóvenes de las otras iglesias que habían llegado. La predicación, que dio el joven encargado del devocional, fue estupenda, al igual que la actividad que realizó. Regresamos al lugar donde se encontraban nuestras cosas, nos cambiamos para comenzarnos a bañar, luego, nos tiramos como locos, en la primera piscina que vimos. Todo el día fue de molestadera, de competencias en el agua, de charlas y de sesiones de fotos en las diferentes piscinas. Fuimos a dar una expedición a un río que pasa en medio del turicentro, después que almorzamos. Como a eso de las tres de la tarde empezó a llover, lo cual hizo más divertido el día. Nos bañamos todos en una pequeña piscina cerca de nuestra cabaña donde teníamos nuestras cosas. Los chicos, decidieron hacer competencias deportivas, que estuvieron muy divertidas con las que se terminó nuestro día de  aventura.

Llegó la hora de regresar, nadie quería salirse de las piscinas, pero debíamos regresar. Nos cambiamos y abordamos nuevamente el bus, de regreso a casa, afortunadamente, los jóvenes con los que venía compartiendo el sillón, se compadecieron de mí y de regreso me dejaron venirme en el fondo del sillón, al lado de la ventana, ya que no deseaba venirme nuevamente en la orilla. Regresamos temprano a nuestras casas muy cansados, pero alegres, lastimosamente me enferme después de gripe, debido a que nos estuvimos bañando bajo la lluvia. De los dos viajes, que he asistido con los jóvenes, tengo que decirle que ha sido uno de los mejores, a los cuales he ido. Por ello, espero que el próximo viaje, sea aún mejor que éste.



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