La
iglesia evangélica a la cual asisto, cada año realiza un viaje en el mes de
agosto juntamente con las demás iglesias de su misma denominación, conmemorando
el día del embajador o de la juventud.
Este año, el viaje se llevaría a cabo en Aqua Park, el 15 de Agosto,
para aprovechar el feriado capitalino, de la Virgen de la Asunción para que
pudieran asistir todos los jóvenes. Gracias a Dios, yo estaba de vacaciones
para dicha fecha. Yo soy secretaria actual de la sociedad de jóvenes de la
iglesia, así que junto con el resto de la directiva teníamos que planear el
viaje. Antes que nos notificaran oficialmente donde se llevaría a cabo, este
año la actividad yo estaba muy emocionada por ir, pero nos informó, la
directiva central, el lugar que habían decidido llevarnos mis ansías por ir
disminuyeron. Yo esperaba, que fuese otro lugar más lejano, ya que me encanta
viajar, y me gusta que los trayectos sean largos ya que me gusta ir viendo todo
lo que hay en el camino. Pero, las ganas de salir de mi casa de paseo con mis
amigos tuvieron mayor relevancia. Así, que esperaba la llegada de esa fecha con
mucha emoción.
Este
viaje, lo pagaría nuestra directiva, como regalo y ayuda especial, a todos los
jóvenes. Los que saldrían más beneficiados serían los jóvenes que aún no
trabajan y dependen aun de sus padres, para que todos pudieran ir. Pero, ¿Cómo
reuniríamos el dinero para dicho viaje?, fue la primer pregunta que nos vino a
la cabeza, a los 5 organizadores locales; sí, en realidad no teníamos los
fondos necesarios para financiar el viaje. Entonces, fue cuando vino a nuestra
mente realizar diversas actividades para recaudar fondos, con la ayuda de los
mismos jóvenes que deseaban ir al viaje, con dos meses de anticipación. Decidimos,
realizar cada quince días, los sábados venta de tamales en nuestra colonia.
Para ello, le pagamos a una hermana de la iglesia, para que nos hiciera los
tamales el sábado en la mañana y en la tarde, la mayoría de jóvenes nos
reuníamos para ir a vender de casa en casa, nuestros deliciosos tamales. Cuando
vendimos por primera vez, sentíamos vergüenza, porque ninguno estaba
acostumbrado a vender ambulantemente, pero lo logramos. Luego, decidimos hacer
un día domingo, la venta de almuerzos, en una esquina cerca de la iglesia.
Vendimos gracias a Dios, muchos almuerzos, lo recaudado fue lo que ayudo a
pagar la mayoría de los gastos para el viaje, ya que fue la actividad donde más
ganancias obtuvimos. Gracias a la colaboración de todos, la venta fue un éxito.
Después
lo difícil fue, la búsqueda de un bus, que nos transportara hasta dicho lugar,
a un precio favorable. El lugar no está muy lejos, pero cabe mencionar que el
precio de los combustibles es elevado. Encontramos al fin, el bus indicado. Y
para compartir gastos, decidimos compartir el bus, con otra iglesia que también
asistiría al viaje, está cerca de
nuestra iglesia. Además todos los jóvenes de la iglesia, no asistirían al
viaje, por lo tanto no llenaríamos el bus. Lo alegre, fue que se anotaron casi
todos los jóvenes de la iglesia, para ir al viaje. Los que nunca habían ido, en
esta oportunidad irían porque no tenían que pagar nada de pasaje, solo se
preocuparían por la comida, pero al final de cuentas, es lo de menos. En este
paseo, solo asisten jóvenes, por lo tanto, teníamos que llevar a una persona
adulta a cargo de nosotros, así que decidimos llevarnos a nuestro pastor. Por
fortuna, ningún otro adulto, deseo irse con nosotros. Organizamos los asientos
del bus, lastimosamente, a algunos les tocaría irse en cada sillón tres
personas. Todos los jóvenes ya nos habían confirmado que asistirían, aún
aquellos, que sus papas nunca les habían dado permiso. Todo estaba listo, solo
faltaba una noche para que el esperado viaje se llevara a cabo, la mayoría
estábamos nerviosos.
El
día esperado llegó, todos madrugaron, ya que se les advirtió que quién no
estuviera puntualmente a la hora indicada, se quedaría, ya que no esperaríamos
a nadie. Y como es costumbre, cuando es cosa de viajes, todos madrugan. Llegó
el bus, nos subimos, todo marchaba bien, hasta que subí al bus, porque no me
sentaron junto con mi mejor amiga, como
me habían dicho. Sino, al contrario, me tocó irme sentada en la orilla del
sillón con dos jóvenes más. Por cierto, casi me caía en las vueltas, porque los
jovencitos no me dejaron mucho espacio, y no me ofrecieron sacar el sillón. Por
ello, me enoje tanto, que me fui todo el camino sin hablar. Creo que a nadie le
importó, porque el bus tenía televisión, entonces iban viendo la película de
los pitufos. Yo del enojo que sentía decidí, escuchar música, pero hubo tan
solo un amigo, que notó que yo iba enojada, así que me trato de animar,
haciéndome reír. Eso no lo olvidaré, porque él me demostró que realmente, me
considera su amiga y se preocupó por mí. Mientras nos acercábamos al lugar,
reflexioné y me di cuenta que no valía la pena amargarme el día que tanto había
estado esperando.
Al
fin llegamos, fue muy largo el camino para mí, ya sabrán por qué. Entramos, y
buscamos con mis amigos un lugar para sentarnos, pero no encontrábamos,
rodeamos casi todo el turicentro, en busca de un lugar grande donde nos
sentáramos todos juntos. Después de tanto buscar lo encontramos, desayunamos y
asistimos al devocional, juntamente con los jóvenes de las otras iglesias que
habían llegado. La predicación, que dio el joven encargado del devocional, fue
estupenda, al igual que la actividad que realizó. Regresamos al lugar donde se
encontraban nuestras cosas, nos cambiamos para comenzarnos a bañar, luego, nos
tiramos como locos, en la primera piscina que vimos. Todo el día fue de
molestadera, de competencias en el agua, de charlas y de sesiones de fotos en
las diferentes piscinas. Fuimos a dar una expedición a un río que pasa en medio
del turicentro, después que almorzamos. Como a eso de las tres de la tarde
empezó a llover, lo cual hizo más divertido el día. Nos bañamos todos en una
pequeña piscina cerca de nuestra cabaña donde teníamos nuestras cosas. Los
chicos, decidieron hacer competencias deportivas, que estuvieron muy divertidas
con las que se terminó nuestro día de
aventura.
Llegó
la hora de regresar, nadie quería salirse de las piscinas, pero debíamos
regresar. Nos cambiamos y abordamos nuevamente el bus, de regreso a casa,
afortunadamente, los jóvenes con los que venía compartiendo el sillón, se
compadecieron de mí y de regreso me dejaron venirme en el fondo del sillón, al
lado de la ventana, ya que no deseaba venirme nuevamente en la orilla.
Regresamos temprano a nuestras casas muy cansados, pero alegres, lastimosamente
me enferme después de gripe, debido a que nos estuvimos bañando bajo la lluvia.
De los dos viajes, que he asistido con los jóvenes, tengo que decirle que ha
sido uno de los mejores, a los cuales he ido. Por ello, espero que el próximo
viaje, sea aún mejor que éste.
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