El 23
de noviembre de 1927, una joven de tan solo 13 años tuvo a su primera hija, a
la que llamó Clemencia; que durante muchísimos años después sería mi abuela
materna. Desde pequeña, Clemencia fue una niña oficiosa, ella únicamente vivía
con su papá y su hermana. Su madre la entregó a su padre desde pequeñita,
aunque ella no solo tenía una hermana, tuvo muchos hermanos más, pero éstos
solo eran sus medios hermanos. Lastimosamente, su mamá falleció muy joven, pero
a Clemencia no le dolió su muerte, porque ella no vivía con su madre, aunque
fue ella la que la cuido hasta el último día de vida. A pesar que desde niña,
ella perdió a su madre, sufrió una perdida más adelante, su única verdadera
hermana, que falleció a los 15 años, a consecuencia de fiebre severa, aunque
años antes había sufrido una herida en su vientre, cuando una cabra la atacó,
cuando juntas sacaban agua de un pozo. La irreparable pérdida de su hermana, lo
dejó muy triste a ella y su padre, aunque el dolor pasó rápido. Tiempo después
falleció su padre con el que había vivido durante toda su vida, dicha pérdida
fue muy dolorosa para ella, ya que se quedaría sola. Pero, años después conoció
a mi abuelo, con quien procreó a mi madre, quien es hija única.
Mis
abuelos, no tuvieron ningún hijo varón, solamente a mi madre, por eso cuando
nació mi hermano, ellos se encariñaron mucho con él. Ellos, se encargaron de
crearlo durante cinco años, en donde ellos vivían, porque mis padres estaban en
la capital, por eso a la edad de seis años se lo dieron a mis padres, porque
tenía que estudiar. Lastimosamente, mi abuelito falleció al poco tiempo que
entregaron a mi hermano, de una pulmonía. La muerte de mi abuelo fue algo muy
doloroso para mi mamá, ya que ella no cuenta con ningún otro apoyo, es decir,
otros hermanos. Mi abuelo cumplió el pasado veinte de septiembre 32 años de
fallecido, tiempo que lleva mi abuelita de vivir con mis padres, ya que mi
madre se hizo cargo de ella, desde el fallecimiento de su papá.
Cuando
yo nací mi abuela tenía quince años de vivir con mis papás, ella se convirtió
en mi segunda madre, porque mis dos padres trabajaban y mi madre me dejó a su
cargo desde los nueve meses de edad. Ella cocinaba para mí, lavaba mi ropa, me
bañaba y por supuesto me cuidaba con mucho amor. Mi abuela era la que se hacía
cargo del aseo del hogar y de cuidarme, pero desde que inicié a estudiar mi
madre dejó de trabajar, pero siempre ella hacía todo el oficio del hogar.
Aunque varios años atrás mi abuela dejó de hacerlo, puesto que se ha enfermado
mucho y debido a su avanzada edad y el dolor
que sufre en las articulaciones ha dejado de hacer lo que antes hacía
para depender cien por ciento de mi madre, quien la cuida sin quejarse. Aunque
ella, a veces quisiera ser dependiente,
se ha dado cuenta últimamente que ya no puede hacer las cosas sin ayuda
de otras personas, pero a veces es algo caprichosa.
Mi
abuelita, a quien cariñosamente le digo mamita, ya que ella desde pequeña me
enseñó a decirle así, es una persona tierna, compasiva y a veces un poco
regañona, pero aun así la quiero mucho. Durante los últimos días han sido
dolorosos para mi familia, puesto que el pasado 12 de diciembre, ella se cayó
cuando mi madre la dejó sola en mi casa, ya que yo me encontraba donde mi
hermano y mi padre trabajando, porque tenía que ir a realizar un mandado. Me
relata mi mamá que cuando ella regresó a la casa, mi abuela se encontraba
tirada a mitad del patio, ensangrentada y ella pensó lo peor cuando la fue a
levantar, pero sólo tenía una abertura en la cabeza. Entonces se comunicó
rápidamente con mi hermano mayor, para que fuéramos a verla y me llevará a mí
de regreso a mi casa. Llegamos, pero fue doloroso ver a mi abuelita con esa
abertura, tenía raspones grandes en los brazos y la piel de las rodillas se le
había caído. No resistí verla así y lloré por un largo rato, hasta que
decidieron llevarla al sanatorio para que le cosieran sus heridas. Cuando
regresaron, ella estaba muy débil, ya que le pusieron seis puntos, porque la
anestesia su cuerpo la rechazó. Gracias a Dios no pasó a más su caída.
Durante
las fiestas de fin de año, mi hermano les pidió permiso a mis padres para que
me autorizaran pasarlas al lado de su familia, así que me llegaron a recoger el
24 de diciembre en la mañana. La idea era solo pasar la navidad allá, porque el
31 mi padre salía de descanso y quería recibir el año con mis padres, por ello,
el 30 mi hermano me llevaría de regreso a casa. Lamentablemente, el domingo 29
mi abuelita sufrió hemorragia, para la que mi mamá decidió llamar de nuevo a mi
hermano, ya que nosotros no contamos con transporte para sacar a mi abuela al
hospital, pero el carro de mi hermano ese día estaba fallando. Pero, mi madre
consiguió quien la llevará al sanatorio y así que nosotros nos dirigimos hacia
allá, para ver cómo se encontraba mi abuela. Gracias a Dios no era algo grave,
pero nos informaron que mi abuela había perdido demasiada sangre y por ello,
ella está susceptible a sufrir un infarto en cualquier momento. Escuchar eso
fue muy doloroso para mí y para mi madre más. Ahora mi abuela, con lo que
sufrió se comporta muy diferente, nos dice que en cualquier momento ella siente
que nos va a dejar y eso realmente duele, porque ella es para mí, otra madre.
Además, en mi casa solo vivimos cuatro personas, ella, mis dos padres y yo.
Aunque, mi padre llega a mi casa 22 días, debido a su trabajo de guardián. Y
siento que su presencia en mi casa es vital, porque yo duermo en el mismo
cuarto con ella, comemos juntas, cuando mi madre sale yo me quedo con ella, si
mi mamá va a la iglesia en la noche me quedo haciendo tareas en compañía de
ella y cuando necesita algo, ya estoy acostumbrada a que grite mi nombre. En
fin, ella me haría demasiada falta al igual que a mi mamá.
Actualmente,
me encuentro muy triste, porque mi hermano se la llevó desde el 1 de enero a su
casa, pero ella piensa que mi mamá la hecho de la casa y ahora no quiere
volver. Su presencia en la casa se siente, hay momentos en los que puedo
escuchar su voz, extraños sus regaños y sus gritos. Pero le pido a Dios
fortaleza, si nos llega a faltar en poco tiempo. La extrañaría demasiado, ya
que yo la quiero mucho como si fuese mi madre, ya que es una parte importante
de mi familia. Agradezco a Dios, porque sé que mi mamita aún no se ha ido y
espero que ella vuelva el lunes, para abrazarla y decirle que me ha hecho mucha
falta.
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